‘Addio, bicicletta’, di Gianni Brera

‘Addio, bicicletta’, di Gianni Brera

‘Addio, bicicletta’, di Gianni Brera

El periodista Gianni Brera cuenta las aventuras locas y divertidas de los primeros ciclistas italianos, a principios del Novecientos. 
 
Titolo: Addio, bicicletta 
Genere: Libro
Autore: Gianni Brera 
Casa Editrice, Anno: Editorial Rizzoli – 1980 
Proposto da: Ander Izagirre 

El periodista Gianni Brera cuenta las aventuras locas y divertidas de los primeros ciclistas italianos, a principios del Novecientos. Para eso elige como narrador al lombardo Eberardo Pavesi, l’avocatt, uno de los personajes más peculiares de aquel ciclismo que era, sobre todo, una prueba de supervivencia: carreras de trescientos, cuatrocientos y hasta seiscientos kilómetros, que empezaban en las medianoches de luna llena y recorrían carreteras polvorientas y plagadas de socavones, con bicicletas pesadas, con la grappa, los huevos crudos y la sangre de un buey recién degollado como único dopaje.

Las andanzas de los ciclistas tienen como telón de fondo una Italia recién hecha, de territorios muy diversos y de mundos campesinos que ya miran cada vez más a las ciudades y a las industrias. Los primeros corredores profesionales son casi todos lombardos y piamonteses, norteños que describen con una mezcla de recelo y fascinación las aventuras exóticas que viven en sus incursiones hasta Nápoles o incluso hasta el extravagante Giro de Sicilia, nacido en 1907, dos años antes que el Giro de Italia. “La bicicleta nació como anticaballo”, escribió Brera. Los humanos se desplazaban veloces con su propia fuerza y descubrieron su vigor, se asombraron de sus capacidades, creyeron en sus posibilidades. “El anticaballo trajo profundas revoluciones en el mundo civil y seguramente despertó el ritmo somnoliento de nuestro pueblo (…). La difusión de la bicicleta coincidió con las primeras victorias sindicales de los pobres y con la evolución de un país agrícola a uno industrial”.

De ahí surgieron los ciclistas: “Muchos gigantes de la carretera eran hombrecillos desgraciados, enclenques, deformes. El ciclismo nació del impulso viajero de los pobres y de su deseo de venganza social. Los burgueses abandonaron las bicicletas que tanto les entusiasmaban, en cuanto se dieron cuenta de que ya pertenecían a todos y no servían para distinguirse. Descubrieron el motociclismo y el automovilismo, y dejaron la ebriedad del pedaleo a los más pobres”.

Una generación de adolescentes empezó a soñar con el ciclismo. Eran campesinos de cuello tostado, aprendices en talleres, peones en fábricas, todos condenados a partirse el lomo durante el resto de sus días, hasta que de pronto veían un rayo de dinero y gloria en la carrera pueblerina del domingo. Se inscribían, a menudo a escondidas de sus familias, y peleaban por los premios con hambre atrasada: una copa, un reloj, una maquinilla de afeitar, unos embutidos, un sobre con un puñado de billetes. Competían, sobre todo, por sobresalir en aquellos pelotones comarcales y ganarse una plaza en el incipiente mundillo semiprofesional de Lombardía, Piamonte, Emilia y Toscana, donde algunos fabricantes ya ofrecían sus bicicletas y sus neumáticos a los mejores corredores, les pagaban los viajes y los alojamientos, les prometían primas.

Luigi Ganna, il re del fango, ganó el primer Giro de Italia en 1909. Tras una durísima carrera repleta de hazañas, escándalos, trampas y polémicas, el periodista Cougnet le pidió que explicara a los millones de lectores de La Gazzetta dello Sport qué sentía en semejante momento histórico:

Me arde el culo.

Que sonaba todavía mejor en dialecto lombardo:

-Me brusa ‘l cü!